Con el corazón en su sitio
La historia de los hermanos Cerezo
Cuando los hermanos Cerezo, Alejandro, Antonio y Héctor fueron detenidos y encarcelados injustamente en 2001, el “esplendor” del nuevo gobierno de otro partido en la Presidencia estaba arrancando. Vimos cómo los que en ese momento se introducían a Los Pinos buscaban legitimarse a costa de todo y todos, por la misma violencia, según nos dimos cuenta. En este contexto, los hermanos Cerezo fueron víctimas de violaciones a sus derechos humanos más elementales, primeramente por ser jóvenes universitarios, jóvenes sensibles ante las injusticias que se vivían en el país, y por abstenerse a abandonar la lucha social, pues en sus propias palabras “la lucha en sí misma es un acto de libertad, de valor y de amor”. Este temple caracterizaba ya a estos jóvenes. Ellos, tal como lo narran en este y otros textos, andaban de un lado a otro trabajando y colaborando en la construcción de un país más digno. Y de repente el aparato estatal, con una de sus acusaciones más graves, la de terrorismo, avasalló su vida, los encerró, torturó, humilló e intentó cancelarles la esperanza, y con ello su propia humanidad, pero no pudo doblegarlos, aniquilarlos, exterminarlos. La fuerza que les venía de sus experiencias de vida, del apoyo incalculable de cientos de personas que por todos lados exigían la liberación de los hermanos Cerezo y de Pablo Alvarado Flores, así como los testimonios de personas que dieron su vida por la causa de la justicia, les mantuvo en pie, firmes y lúcidos para soportar la tortura sistemática que representa estar preso en un penal de máxima seguridad. Mientras las personas solidarias estaban en la lucha por la liberación de los cuatro, ellos se sabían herederos de una forma de vida digna cercana a los pueblos, a los movimientos sociales, a todas aquellas personas que se organizan para resistir y defenderse. Lo aprendieron sin duda también de su madre y su padre, y lo han fortalecido conversando igualmente entre hermanos y amigos.
Ésta es una publicación gratuita y es cortesía de la Fundación Rosa Luxemburg Stiftung y Para Leer en Libertad AC