El bardo y el bandolero
Jacinto Barrera Bassols
1910. Año del centenario. En los primeros meses de ese año las fechorías de un bandido veracruzano llamado Santana Rodríguez Palafox Santanón —cuando éste victimó a un súbdito alemán de apellido Voigt— llegaron a ser conocidas más allá de nuestras fronteras.
Para el gobierno porfiriano, que en esos momentos se preparaba para festejar el centenario de la independencia nacional, las actividades del bandolero resultaban ser, sobre todo, una sucia y desagradable mancha en su tarjeta de presentación ante las naciones civilizadas del mundo.
Ante tal afrenta don Porfirio no pudo ver con malos ojos el que un hombre tan sensible a las cuestiones de honor como lo era el vate y entonces diputado Salvador Díaz Mirón (1853-1928), su brazo baldado en duelo —así lo testimonia—, ofreciera sus servicios para saldar cuentas con el “temible bandolero”.
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