La ciudad, la otra
Cuando se tomó el acuerdo no pude evitar sentir frío. Bueno, no precisamente un frío así como para ponerse a temblar o andar titiritando, pero sí un como escalofrío o no sé, como una angustia o inquietud, como miedito pues, porque desde esa noche no pensé en otra cosa que no fuera que la policía nos desalojara, y si la librábamos bien, nomás nos iban a poner unos madrazos y sacarnos del predio con todo y chivas. Pero si nos iba mal, no pasaba de que nos partieran toditita la madre.
Ya se venía posponiendo la toma del terreno desde hacía más de un mes. En las reuniones de la Comisión Popular, en aquel pequeño salón y en medio de una densa humareda de cigarros, se discutía y se analizaba todo, y se volvía a discutir y analizar, una y otra vez: que si la coyuntura era desfavorable, que si los desalojos violentos se daban por todas partes, que si los ejidatarios del Ajusco eran del PRI, que si el ánimo de la gente estaba alto, que si las medidas de seguridad, que si la solidaridad de las organizaciones, que si todos los días está lloviendo, o sea todo, una y otra vez. Era agosto de 1984.
Súper Barrio (Raúl Bautista)
Ésta es una publicación gratuita y es cortesía de Para Leer en Libertad AC y la Rosa Luxemburg Stiftung.