Todos somos migrantes
Cuando Chuck Norris da consejos, todo el albergue lo escucha. Con el dedo índice señala un mapa: en este tramo —dice— sólo se puede caminar al amanecer; en este otro hay que llevar tres galones de agua, y más acá deben vestirse de negro. Si acaso se registran en un hotel, eviten sus nombres reales —Brayan, Yon, Magui, Donald—porque esos nombres los delatarán como centroamericanos. Mejor hay que decir que se llaman José Luis o Miguel, Guadalupe o Isabel y si alguien les pregunta, deben responder que son mexicanos.
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